Joan Manén es uno de los casos más paradigmáticos de cómo un artista célebre y reconocido en vida puede llegar a caer en el más absoluto olvido después de su muerte. Manén ha sido uno de los violinistas españoles que ha tenido una de las carreras de mayor prestigio internacional, con más de cuatro mil conciertos en Europa y América, siendo considerado por la crítica como el sucesor de Pablo Sarasate. Dedicó gran parte de su vida a la composición, no como simple complemento a su carrera de solista, sino sintiéndola como verdadera vocación. Lo corrobora su extenso catálogo de obras que comprende siete óperas, obras sinfónicas, ballets, conciertos para diversos instrumentos, música de cámara, obra vocal y música para instrumentos solistas. Hay muchos hechos que nos permiten certificar el importante reconocimiento que la obra obtuvo en vida del compositor en toda Europa; cuatro de sus siete óperas fueron representadas en diversas ciudades de Alemania, España y Finlandia, y sus obras sinfónicas fueron interpretadas por orquestas como la Filarmónica de Berlín y de Viena, la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, la Orquesta Pau Casals o la Orchestre Colonne, siendo dirigidas por directores como Felix Weingartner, Fritz Reiner, Willem Mengelberg o Bruno Walter.
La línea estética de su obra, escrita a lo largo de más de cincuenta años, se mueve dentro de un amplio abanico de influencias, un eclecticismo que es fruto de una asimilación de diferentes estéticas. Las influencias de la música germánica, francesa, española y catalana son muy presentes, pero, aun así, Manén logra un lenguaje personal resultado de un desarrollo armónico original que lo define. En sus obras encontramos una solidez formal de influencia germánica, una habilidad para el desarrollo temático y unos elementos rítmicos y melódicos muy características, de gran personalidad e inspiración.
Joan Manén fue el claro ejemplo de niño prodigio que mostró desde pequeño unas dotes extraordinarias tanto en el violín como en el piano. Su formación como violinista fue bastante escasa y sólo tuvo maestros hasta los once años. A partir de entonces su aprendizaje fue exclusivamente autodidacta. El joven violinista, acompañado siempre de su padre, se lanzó a la aventura para hacer giras extensísimas por toda América, llegando a debutar en el Carnegie Hall de Nueva York el 15 de enero de 1895, con once años. A partir de 1898 se estableció en Berlín donde desarrolló su carrera gracias a la importante relación artística que mantuvo con Otto Goldschmidth, representante de Pablo Sarasate. Su debut en la Hochschule de Berlín, en 1904, supuso su consolidación como violinista. A partir de esa fecha fue requerido por las salas y orquestas de mayor prestigio, y llevó a cabo giras por toda Europa y América. Con Joan Manén, las facetas de compositor, violinista y director de orquesta siempre estuvieron unidas y fue muy frecuente ver en sus programas obras propias. En el transcurso de su larga carrera - dejó de tocar el 1959- disfrutó de un estatus de gran violinista virtuoso que contaba con un repertorio al servicio del lucimiento del aparato técnico. Según decía la crítica alemana, la técnica de Joan Manén era extraordinariamente desarrollada y precisa, su sonido dulce, puro y siempre cantábile, y sus interpretaciones desprendían una gran elegancia y naturalidad.